viernes, 2 de septiembre de 2011

El nombre es lo de menos

El domingo por la mañana estábamos su comadre y yo leyendo el periódico, ¡y que vamos mirando su foto! Que es el compadre, me dijo mi vieja. No, cómo que el compadre, no puede ser. Sí, aquí está escrito su nombre, aclaró ella. Ah, pues sí es. Oiga, compadre, ¡qué suertudote nos vino resultando usted! Lo que le sucedió es de no creerse, es un milagro; no le exagero si le digo que es usted uno en diez millones, ¿o uno en un millón? Bueno, no importa, lo que le pasó a usted no le pasa a nadie, aunque todos quisiéramos que nos pasara. Me da gusto, es decir, nos da gusto y lo felicitamos de todo corazón, usted es un gran ser humano y se lo merece. Me imagino que ya estarán en fila los lambiscones, los besamanos, los barberos; tenga usted mucho cuidado, compadre, que hay gente muy aprovechada, de a tiro interesada, gente abusiva que nomás lo quiere a uno cuando cree que puede sacarle algo.

Nosotros, en cambio, siempre lo hemos estimado, por algo somos compadres; nosotros sabemos lo mucho que usted vale, tenemos años de conocernos, qué digo años, toda una vida de amistad, de comidas domingueras, de paseos, de cumpleaños, de fiestas; precisamente hoy nos estábamos acordando, mi señora y yo, de aquel fin de año en su casa, ¿se acuerda? Ah, qué divertida nos dimos, porque, ¡ah qué buenas fiestas da usted!, sí usted, tan buen anfitrión, mandó traer al mariachi para deleitarnos con su maravillosa voz, porque oiga, compadre -lo que sea de cada quien-, qué voz tiene usted, qué voz y cómo canta usted las rancheras, con qué fuerza, con qué vibrato, con qué gracia, bueno cómo es que nunca se dio cuenta que iba para cantante profesional, qué Chente ni qué Chente, ¡usted, compadre!

¿Y qué me dice de ese fin de semana en Acapulco? Qué a gusto nos la pasamos, ¿verdad? ¿Qué tal esa noche de bohemia en la playa en la que hicimos una fogata y usted contó unos chistes buenísimos? No parábamos de reírnos, oiga, le juro que jamás me he reído tanto como en aquella ocasión. Cómo disfrutamos de esas caminaditas por la costera, las nadadas en Puerto Marqués, el paseo en lancha por la bahía y la visita a la quebrada. Un viaje a todo dar, de ésos que se quedan en la memoria para siempre. ¿Cómo olvidar los partidos de fútbol playero? Las gringas nada más se le quedaban mirando y cómo no, tenía usted -bueno, sigue teniendo- un cuerpazo que causaba envidia, pero de la buena: unos pectorales de acero, un abdomen que parecía lavadero, unas piernotas de futbolista de primera división y con un bronceado que ni mandado a hacer; ahí estaban las extranjeras -y las nacionales también- lanzadísimas, echándole todos los perros, babeando por usted. Pero usted, acostumbrado a eso, me las ponía quietas. Ésa es una de las cualidades -entre tantas- que más le admiro: la modestia; usted no es nada presumido y mire que a pesar de su galanura, inteligencia y simpatía, usted siempre ha permanecido sencillo, humilde y ha sabido rodearse de gente -como nosotros- que lo quiere por lo que usted es.

Oiga, compadre, pues es porque lo apreciamos y lo valoramos, como Dios sabe que lo hacemos, que hemos pensado en invitarlo a participar en un negocio; si antes no lo habíamos hecho es porque aún no se concretaba y porque usted no tenía entonces el capital que se requiere para participar en una cosa de éstas; pero ahora, la vida le ha sonreído, la suerte está de su lado ya que su consolidación financiera no le pudo haber llegado en mejor momento: el negocio está listo para arrancar, sólo hace falta un inversionista, una persona decidida, emprendedora, visionaria, ¿quién mejor que usted? Créame que el hecho de que usted pueda participar con nosotros me llena de dicha, estoy seguro que el éxito nos acompañará; el negocio -el negociazo- nos va a llenar los bolsillos, y no que usted lo necesite ahora, pero acuérdese que el dinero no dura toda la vida, es vital invertirlo para hacerlo durar y que nunca falte. Usted entiende, seguro que ya se lo han dicho: el dinero en el banco es dinero muerto, hay que moverlo, hacerlo crecer... los que lo han sabido invertir son, ni más ni menos, los dueños del mundo. Ya hemos visto a lo largo de la historia que aquellos que se arriesgaron y creyeron en sus ideas llegaron lejos; yo creo y le pido a usted que también crea; lo más importante en un negocio, en la vida y en cualquier cosa es tener fe.

Pues no lo dejo más en ascuas, se trata de la manufacturación de un invento mío, una cosa necesarísima y que nada más se elabore y salga al mercado romperá récord de ventas, la gente –materialmente- nos lo arrebatará de las manos; todos querrán uno y nosotros no nos daremos abasto. Ya ve usted que el tráfico en esta ciudad cada vez está peor, que la gasolina sube de precio día con día, que los coches cuestan una fortuna y que nuestras autoridades nada más están viendo qué nuevas restricciones se les ocurren para la circulación vehicular: que si la verificación, que si la tenencia, que si el engomado doble cero, que si es foráneo: una cosa horrible; son gastos tras gastos con la engañosa promesa de transitar, engañosa, sí señor, porque, ¿quién puede transitar por esta ciudad? Eso quisiera uno, pero es imposible; todos los autos están parados, estacionados en plenas vías dizque rápidas y luego cuando uno de verdad precisa estacionar el carro en algún sitio, se encuentra uno con que ¡no hay lugar! Por esto, compadre, por esto he ideado el invento que revolucionará la industria del transporte, ¿está usted listo para escuchar su nombre? Pare oreja, se trata del autotransportador, sí, au-to-trans-por-ta-dor, como su nombre lo indica, el autotransportador es un innovador aparato que en apariencia se asemeja a un chaleco y que mediante energía solar lo eleva a uno por los aires transportándolo sin costos, atorones o mayores inconvenientes; cuenta con celdillas que almacenan energía por si el día está nublado o es de noche. Que un viajecito de ya rugiste, digamos que a Cuernavaca, póngase de volada su autotransportador y en menos de lo que le cuento ya hasta se almorzó unas quesadillas en Tres Marías. Que si los niños dan mucha guerra en el coche, que gritan y se pelean, usted agarra su autotransportador y ellos que allá se entiendan. Que si la señora está de latosa con que vas muy rápido, que frena, que cuidado, usted, que carga para todos lados con su aparatito, ante cualquier situación desagradable, ya sabe, le prende al botoncito verde, le señala la dirección a la computadora integrada y ya no va a querer usted viajar en otra cosa porque se va a sentir usted como los mismos ángeles, como mariscal del aire, surcando el cielo raso y sin contaminar nadita de nada. ¿No es una maravilla? Sí que lo es, de principio a fin, lo es.

Se preguntará usted que cómo se le pudo ocurrir una cosa así a este humilde servidor, fue una iluminación, una inspiración que me vino una tarde de ésas en las que salía muerto del trabajo para entonces tener que chutarme dos horas de embotellamiento. Fue entonces cuando me llegó, hará de esto unos ocho o nueve meses; desde entonces he pensado en el cómo y de a poco me fueron llegando las ideas, primero una, después la otra; un compañero del trabajo es hermano del vecino del mejor amigo de un ingeniero, él me asesoró un poco, un poco nada más porque yo también estuve investigando por Internet, y así, sumando, con fe y perseverancia, con trabajo y paciencia, se llegó a un diseño perfectamente anatómico, un motor silencioso y ligero que lo puede elevar a uno hasta unos ciento cincuenta metros de altura para viajar a velocidades que van desde los cuarenta hasta los ochenta y cinco kilómetros por hora. ¡Qué chulada!, dirá usted, Quiero participar en la mejor y más grata invención –después de la televisión, claro-, pues que no se hable más del asunto, compadre, ya estuvo, usted pone un chequecito por la cantidad que aparece en el sobre junto con los papeles, que una vez firmados –no se nos vaya a olvidar firmarlos, compadre-, lo certifican a usted como socio de la empresa Autotransportation Motor Company, no se asuste, si no le cuadra el nombrecito, no hay problema, se lo podemos cambiar, ¿qué tal Compadre’s Motor Company? Bueno, en fin, por eso no se apure, usted ponga el dinero, el nombre es lo de menos.